"Tratamos de abrir ventanas a la esperanza. La música sirve para estar despiertos". Las primeras palabras de Ismael Serrano sonaron más potentes ante un silencioso y repleto Gran Rex, que calló la estrepitosa ovación del comienzo para oír al músico español. Anoche Serrano dio el primero de ocho conciertos porteños, que se producen en el marco de la gira de presentación de su último disco, "Sueños de un hombre despierto", que también rodará por distintas ciudades del país.
Cantó y habló Ismael. Durante tres horas conmovió con sus palabras, acompañadas por los instrumentos de su impecable banda, o subrayadas sobre el silencio absoluto con el que se lo escuchó. Además, tuvo tiempo para el humor, en pequeños sketches montados, sobre todo, con su percusionista, el también cantautor Javier Bergia.
"Somos" fue el tema elegido para abrir la noche. Eran las 21.30 y los "familiares y amigos", como Serrano se dirige al público, le prodigaron el primer griterío. Es que el español, que no es precisamente fachero, hizo que un 65 por ciento del teatro estuviera poblado por treintañeras que taparon su voz en las canciones más conocidas y hasta se animaron al grito histérico, ése que se escucha asiduamente en shows de otros artistas y que, entre las fans de Serrano, sonó el algunas ocasiones, aunque con algo de pudor.
Ismael, además de cantar algunas bellas historias de amor que él mismo escribe, habla en sus temas de la realidad, de la vida cotidiana, de la actualidad y el pasado de la política. Y todo lo hace con esa voz grave, que encanta al auditorio desde su profundo susurro y su justa potencia. "Canción para un viejo amigo", "Sucede que a veces" y "Canción de amor y oficina" cerraron el primer bloque de cuatro tenas y mucho por decir. La primera gran ovación se la llevó "Caperucita", que es de "Atrapados en azul", el primer disco de Serrano, de 1997.
Serrano, Bergia, Freddy Marugán (dirección musical, bajo y guitarra) y Jacob Sureda (teclados y bajo) hicieron el concierto desde el ficticio puerto de Peumayén, que en mapuche significa lugar soñado. El mar de fondo, redes cubriendo los instrumentos y nada más, para una escenografía que es coherente con la sencillez y la simpleza de Ismael, quien cautiva sin estridencias, desde la profundidad de sus letras y a través del atractivo de las historias convertidas en canciones.
"Vine del norte", "A las madres de Mayo" y "Zamba del emigrante", que Serrano grabó junto a Mercedes Sosa en su último disco, completaron un bloque de temas que abordó política, migración y relaciones entre un lado y el otro del Atlántico.
Después se escuchó una bellísima versión de "Si se callase el ruido", también del último CD, y con grandes chances de convertirse en uno de los imperdibles del cantautor. Los instrumentos se silenciaron para dejar que la voz de Ismael sonara con el único acompañamiento de las palmas de las manos. La magia, otra vez, se instaló en el Gran Rex.
Javier Bergia tuvo su momento en "Reflejos perdidos", hubo varias referencias a la actualidad política argentina, y siguieron las canciones. El final llegó con "Ultimamente", "Vértigo", "Casandra" y la movediza "La extraña pareja". Ismael y su banda se fueron, la ovación los hizo volver, y regalaron una hermosa versión de "La cigarra", de María Elena Walsh. Después, "Buenos Aires 2001", "Ana" y el himno "Papá cuéntame otra vez". El público había ganado los pasillos, para estar más cerca. Ismael devolvió energía, compromiso y un show de alta calidad interpretativa, en el que dejó en claro que le sobra oficio e cantautor. n
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Disculpemos el error del periodista de la nota que se equivocó al decir: "...el español, que no es precisamente fachero..."
Somos humanos y todos nos equivocamos, esa fue su equivocación. =)
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